dimarts, 13 de novembre del 2007

Village Vanguard: Greg Osby

Ir al Village Vanguard no es lo mismo que ir a cualquier otro club de NY. El Vanguard es el Templo, donde la música es una religión, el respeto por ella absoluto y no puedes comerte unas gambas con arroz. Uno no puede llegar con prisas y a pocos minutos de que comience la música. Hay que llegar con tiempo, tomar un buen sitio si formas parte de la plebe sin reserva anticipada, empaparte del ambiente que allí se respira, observar las fotos que llenan el club e intentar imaginar como debía ser cuando esos dioses, ahora colgados en la pared, actuaron allí. Así que siguiendo mis sabios consejos llegué el tercero (nunca me ha gustado ser el primero.. tendré que cosultarlo con mi psicoanalista) y mientras te esperas en esas escaleras estrechas y rojas, se nota que estas a punto de entrar en un sitio especial.
Escogí la mejor mesa (de las no reservadas) a pocos metros del escenario, con una visión y acústica inmejorable. Quedaba una hora para empezar aún. El ritual que comentaba antes no debe durar más de 10 minutos, a menos que tengas mucha imaginación, así que saqué el "Sweet Soul Music" de Guralnick que encontré hace muy poco en una librería del Soho y me puse a leer, mientras sonaba el "Third Plane" de Hancock & friends. Sin darme cuenta, se apagaron las luces y pasó por mi lado Osby con saxo en mano dispuesto a liarla.
Después de una simpática y breve explicación, empezó el contrabajista con una intro, único momento solista del mismo en toda la noche, para dar la salida y arrancar con un medium swing, digamos que con aires "clásicos" y Osby andando a sus anchas, sacando su arsenal de frases e ideas ilimitadas, encima del potente cuarteto. Los miembros de su banda eran todos bastante jóvenes, y en lugar de guitarra -como estaba anunciado- había un vibrafonista. Los que más me impresionaron fueron sin duda el pianista y el batería. El primero fué el compañero de viaje de Osby, con momentos a duo de gran complicidad y con solos brillantes, aprovechando todos los rinconcitos que te dan esas harmonias de la música de Osby, con línias muy M-Base y jugando mucho con los block chords. El batería parecía que no hiciera nada del otro mundo (Osby no le concedió ni un solo), pero demostró una seguridad y claridad de ideas apabullante, con un muy buen swing y delicado en las baladas. De allí en adelante, una hora ininterrumpida de música, empalmando temas uno tras de otro magistralmente, o a veces con el recurso de parar los cinco de golpe, en seco, después de una frase no muy concluyente, que daba la sensación de esos scratch tan comunes en el hip hop -no hay que olvidar la influéncia de éste en Osby-, cuando el Dj hace ese efecto para pasar a otra cosa. Pero en medio de ese contexto más o menos clásico era realmente sorprendente como funcionaba y el efecto que tenía. En resumen, un primer pase excelso, deslumbrante; miraba a Osby y pensaba en las fotos allí colgadas, y si en algún día alguien estaría en el Vanguard también pensando "como debía ser cuando tocaba Osby aquí...". Era todo gozo, dejarse llevar... Tremendo.
Después de esa hora, salió un tipo al escenario diciendo que si alguien se quería quedar al segundo pase tendría que gastar mínimo una consumición. ¿una cerveza para una hora más de esa gente tocando? no me lo pensé nada, aunque no fuiemos muchos los que allí nos quedamos... saque el libro otra vez, y sin darme cuenta ya volvían a estar allí.
El segundo pase fué diferente. No tuvo la solidez del primero, Osby parecía poco cómodo con su sonido (poco después canviaría la caña del saxo), pero también tuvo momentos impagables, como esas versiones (pasadas por el filtro M-Base) de "Nature Boy" y un sorprendente "The Sidewinder" de Lee Morgan. No llegué al clímax como en el primer pase, pero eso era igualmente mucho más de lo que la mayoría puede dar.
comentari publicat per un servidor en una pàgina web dedicada al jazz.